Por: María Escalona, Lic en Psicóloga Clínica, Psicóloga de Secundaria y Preparatoria en IQ.
La adolescencia es una de las mejores etapas de la vida, está llena de diversión, amistades, aventuras y autoconocimiento. Pero también es verdad que es una etapa que, en ocasiones, duele, y no solo duele a los propios adolescentes, sino también a sus padres. “¡Ya que le pase esta etapa!” “Yo nunca fui así” “No lo comprendo, es tan sencillo y no lo puede hacer” son algunas de las cosas que como adultos solemos pensar cuando tratamos con adolescentes y en su mayoría son comentarios que vienen de cómo nos gustaría que fuera la adolescencia, sin pensar en cómo realmente es. Aquí revisaremos algunos puntos que desde mi experiencia como psicóloga, maestra y ex adolescente considero son importantes para comprender mejor qué hacer.- Todas las adolescencias son únicas: No existe una fórmula que funcione para todos. Tenemos diferentes personalidades y querer que los adolescentes de hoy en día se comporten como los de hace 5, 10 o 30 años no sería muy realista, la sociedad está en constante cambio, por lo tanto no es muy recomendable querer aplicar lo que nos dijeron nuestros padres o abuelos al pie de la letra. Lo mejor es tomar eso y adaptarlo al presente.
- Cuida las expectativas que tienes sobre ellos: Claro que todos los padres quieren que sus hijos e hijas sean las mejores personas del mundo. Pero en ocasiones esta idea de cómo nos gustaría que fueran, no encaja con lo que ellos son o quieren llegar a ser. Por ejemplo, un padre puede desear que su hijo sea muy sociable como él, que sea bueno en futbol y que se convierta en doctor, pero su hijo es una persona introvertida que disfruta tener pocos amigos y pasar tiempo a solas dibujando, le gustan las ciencias más que los deportes y quiere ser biólogo marino. Esto no concuerda con las expectativas de su padre, sin embargo no es algo malo porque el hijo al tener su propia identidad, tendrá sus propias metas y aspiraciones.
- Respeta y acepta su identidad: Probablemente descubrirás cosas de tu hijo que no esperabas que pasaran o que habías imaginado diferente, tal vez incluso algunas de esas cosas en un principio no te parezcan correctas, pero recuerda que mientras no sea algo que lo dañe o pueda dañar a otras personas, no debe ser alarmante.
- Brinda más independencia: Seguramente has escuchado “¡Ya no soy una niña!” y eso es verdad, los adolescentes ya no son niños, llegó la hora de darles más espacio, más libertad para tomar sus propias decisiones. Claro que a la par de tener más independencia, hay más responsabilidades, deben saber que si toman sus propias decisiones, deberán afrontar sus propias consecuencias.
- Más que ser un guardián, sé un guía: A veces nos cuesta trabajo confiar en que están creciendo, que están madurando y van desarrollando sus capacidades de pensamiento y toma de decisiones. La verdad es que cada vez nos van necesitando menos y eso puede ser doloroso, pero podemos seguir presentes diciendo “Confío en que podrás resolver este problema tu solo, tienes las herramientas, y si en algún momento necesitas ayuda aquí estaré para ti” así les damos confianza en ellos mismos y creamos un ambiente de seguridad.
- Enseñarles a evitar conflictos está bien, pero también enséñales cómo resolverlos: Los conflictos muchas veces son inevitables, incluso necesarios. El conflicto no es malo, nos abre una oportunidad para cambiar y hacer acuerdos, lo importante es estar preparados para cuando los conflictos aparezcan poder resolverlos de manera asertiva, cuidando mucho el respeto por los sentimientos de la otra persona y por los propios.
- Si has cometido un error, reconócelo: Reconocer un error no nos resta autoridad, al contrario, le hace ver al adolescente que es algo humano y que la perfección no existe.
- Sé un ejemplo: En ocasiones caemos en el error de pedir que hagan algo que nosotros no hacemos. ¿Cómo podemos esperar que nuestro adolescente diga la verdad si le decimos que mienta para obtener un permiso? No podemos esperar que ellos nos respeten si desde un principio se inicia la conversación con gritos e insultos. Los valores que queremos que tengan, debemos practicarlos nosotros
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